Para Nacho Duato, decorar se parece mucho a crear una coreografía. En el primer número de AD, el artista abría su casa de Madrid, en la que había jugado con el movimiento y la forma. Puro espectáculo.
Siempre ha vivido en las zonas más populares de Madrid, como Atocha, la Plaza de los Carros y ahora, a orillas de la Puerta del Sol, en un edificio de 1907 cargado de historia que un indiano encargó a los hermanos Mathet, los mismos arquitectos que por aquellos años proyectaron el hotel Palace. A pesar de llevar poco más de un año viviendo aquí, y de reunir todo lo que exige a una casa –luz y espacio, una mezcla de antiguo y nuevo, un aire noble y a la vez contemporáneo–, parece que no será la definitiva y ya le ronda por la cabeza la idea de buscar otra. Experto en mudanzas desde que salió de España con tan sólo 16 años, Nacho Duato ha vivido en Londres, Bélgica, Suecia o Nueva York. Ha cambiado tantas veces de nido que trasladarse ha llegado a convertirse en una necesidad. “No echo de menos las otras casas, en cuanto me mudo las olvido; debe ser el ritmo itinerante que he llevado en mi vida lo que me hace no apegarme ni a las gentes ni a las cosas. Llegas a una ciudad, la conoces, haces amigos que no vuelves a ver en la vida, te construyes tu apartamento poco a poco y cuando comienzas a asentarte te tienes que ir”, cuenta. Nada más entrar, la primera impresión es que estamos en una escuela de danza. La entrada vacía, con dos impresionantes grabados de Piranesi que se duplican gracias al juego óptico de los espejos en el techo y una enigmática escultura del británico David Creegen que parece dar la bienvenida, son los únicos elementos que distraen la vista. Para la reforma, Nacho contó con la ayuda de un gran amigo, el veterano interiorista Pin Morales, que se inspiró en una academia de baile. “Lo primero que hice fue limpiar el espacio pintándolo de blanco, dejarlo vacío e incorporar elementos como espejos y barras”, apunta el decorador. La visión del bailarín, acostumbrado a diseñar en sus espectáculos, además de la danza, la puesta en escena –el decorado, las luces, el vestuario y la música–, ha sido fundamental en el resultado. “Decorar es como crear una coreografía. Si tienes buen gusto para hacer ballet, tienes buen gusto para diseñar interiores. Siempre estás jugando con la proporción y la estética, el color y el movimiento, porque una casa también debe tener movimiento”, afirma Duato. La casa se encontraba bien conservada y la distribución ha quedado prácticamente como en su origen, porque el hecho de que tuviera varias habitaciones que se han interpretado como salones fue una razón de peso en la decisión de la compra. La arquitectura de techos altos, las características columnas de fundición de la época, los suelos y las puertas se han mantenido, únicamente se han pintado de un rotundo color blanco al igual que los suelos teñidos con la misma pintura utilizada para los pasos de cebra urbanos, que tiene una duración eterna.
“COMO EN EL BAILE, EN UNA CASA TAMBIÉN DEBE HABER MOVIMIENTO. SI TIENES BUEN GUSTO PARA HACER BALLET, TAMBIÉN LO TIENES PARA DECORAR”
La única concesión al color, en este caso a su opuesto, es la goma negra de neumático utilizada como revestimiento en el cuarto de baño, un material insólito que crea un efecto sorprendente a la vista y al tacto. El blanco intenso potencia las antigüedades y la interesante colección pictórica que Duato ha reunido con los años. “De joven me encantaba curiosear por el Rastro, donde invertía mi paga semanal comprando un marco o una fotografía antigua”. Así comenzó a interesarse por el arte y el coleccionismo. Entre sus adquisiciones, esculturas, fotografías, pintura holandesa, americana y, su obra predilecta, el cuadro del futbolista Zamora pintado por Segrelles que está colgado en un lugar privilegiado de su dormitorio. Los muebles se fueron colocando de manera intuitiva y, curiosamente, parece que han sido comprados para los espacios donde se encuentran, aunque la mayoría ya venían con la mudanza. A pesar de encontrarse en una segunda planta, la casa se rodea de un patio que concede grandes dosis de luz natural. La iluminación artificial parece formar parte también de una escenografía. El montaje de tubos de neón de la entrada, así como cada punto de luz, ha seguido unos estrictos criterios de intensidad y color. En la cocina, Duato tiene muy presente su pasado familiar y ha decorado las paredes con patrones de las telas que se confeccionaban en los telares de su abuelo. Ahora, el bailarín está organizando una exposición-homenaje al trabajo de sus antepasados con bocetos y fotografías de aquella fábrica textil en la Lonja de la Seda de Valencia.
Fuente: Architectural Digest
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